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Historia

En diferentes excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en diferentes lugares han aparecido pequeños fragmentos de silex del Neolítico en las proximidades del Queiles y restos cerámicos de época hallstática (s.V. a.d.C) han sido hallados en el Cerro Santa Bárbara, contemporáneos al momento de esplendor del poblado de Cortes de Navarra, uno de los yacimientos arqueológicos de la Edad del Hierro más importante de Europa.

Encontramos vestigios romanos en el Soto del Ramalete de Tudela, donde se han descubierto restos de una "Villae" del siglo IV, con bellísimos mosaicos, actualmente en el Museo de Navarra.

No obstante el núcleo urbano surgió a comienzos del siglo IX por iniciativa del muladí oscense Amrus Ibn Yusuf, enviado por el emir Al-Hakam I a la Marca Superior, la cuenca del Ebro, para vigilar a los Banu Qasi y a sus partidarios cristianos del reino de Pamplona.

La Medina se sitúa entre el Cerro de Santa Bárbara al norte y el río Mediavilla al sur, de este modo está defendida de modo natural por el castillo al Norte; por el foso natural de Mediavilla al sur y por el río Ebro al este; quedaba el oeste como única zona de difícil defensa natural, donde se construyen las murallas.

La población creció muy pronto a impulso del gran qasi Muza Ibn Muza y sus descendientes que hasta comienzos del siglo X la tuvieron como principal centro de operaciones. En el momento de esta ampliación de la ciudad (Siglos IX y X) es cuando posiblemente tiene lugar la llegada de los judíos a Tudela, llegando a ser la judería más importante del reino, instalándose en el Sudeste, entre la Catedral y el Queiles, en las actuales Calles de San Julián, Verjas, Magallón, Benjamín de Tudela y la desaparecida de las Vueltas, denominándose Judería Vétula hasta el 1170 en que Sancho el Sabio ordenó su traslado al castillo.

En el momento de la reconquista de Tudela por Alfonso I el Batallador (1073-1134) y en la capitulación suscrita con los moros, el rey ofreció a éstos respetar sus bienes, formas de vida y estatuto jurídico, aunque al cabo de un año debían instalarse, bajo su protección, fuera de la muralla en el suburbio. La futura Morería, ensanche meridional del casco urbano hacia el término de Velilla. También se garantizó amparo a los judíos fugitivos en un primer momento, y se les otorgó el fuero de Nájera; siguieron habitando de momento la denominada judería "vétula".

Un nuevo privilegio "Tortum per tortum", concedido por Alfonso I (17.8.1127), asignó a los pobladores de Tudela un amplio término de libre aprovechamiento de aguas, pastos, leña y materiales de construcción, garantizó su libertad de comercio y reforzó la jurisdicción local incluso en casos de violencia (tortum) cometida contra un vecino en otros lugares; los «veinte mejores hombres» elegidos por la comunidad debieron jurar la observancia de estos fueros.

Aparece configurado así el órgano colegial representativo del concejo, los veinte jurados, responsables de la vida municipal junto con el alcalde o juez y el «justicia», investido de las prerrogativas coercitivas Historia 2emanadas de la potestad regia.

La restauración cristiana de la ciudad comportó una rápida proliferación de establecimientos eclesiásticos. Aparte de Santa María Magdalena y la colegiata de Santa María, a comienzos del siglo XIII existían las iglesias de San Nicolás, dada a Oña (1131) y convertida en priorato benedictino, San Pedro, bajo el castillo, San Miguel, San Jaime o Santiago, San Jorge, San Salvador, San Julián y la Santísima Trinidad o Santa María de las Dueñas, primera sede de las monjas cistercienses de Tulebras.

En 1150 comenzó a reinar Sancho el Sabio, uno de los soberanos que más cariño profesó a Tudela, gustando permanecer los inviernos en ella, concediéndole numerosos favores y privilegios. En su reinado comenzó a construirse la catedral (1168). También este monarca ordenó el traslado de la judería vétula al castillo.

La figura de Sancho VII el Fuerte (1194-1234) también ha sido muy querida en Tudela donde se dice que nació y murió. En 1212 participó en la Batalla de las Navas de Tolosa, según la tradición el rey navarro se distinguió por su valor y las cadenas que trajo como botín de guerra pasaron desde entonces a ser elemento del escudo de Navarra. Un fragmento de ellas puede admirarse en el retablo mayor de la catedral de Tudela. En lo alto de Santa Bárbara, encerrado en la antigua alcazaba, convertida en castillo, pasó los largos años de su ancianidad y allí tuvo que subir Jaime I de Aragón para firmar el incumplido acto de prohijamiento mutuo (1231).

Muerto el rey sin descendencia directa hereda el reino un sobrino de Sancho de dinastía francesa: Teobaldo I de Champaña. Su sucesor Teobaldo II proyectó la construcción de una universidad en Tudela en 1259.

A mediados del siglo XIII se ha estimado que Tudela albergaría unos 1400 hogares, incluidas las familias judías, unas 300, y mudéjares unas 150. En este momento Tudela era la aglomeración más populosa del reino, superior a Pamplona. La gran peste negra de 1348 redujo la población algo más de la cuarta parte. En 1366 había 21 hogares hidalgos, 591 francos, 270 judíos y 79 moros; los clérigos sumaban 69.

La población, que tenía uno de los primeros asientos en las Cortes del reino, fue honrada con el título de ciudad (1390) y el propio Carlos III dispuso que su representante trabara de un anillo del escudo en la ceremonia de elevación de los monarcas. El decreto de expulsión debió de suscitar bastantes conversiones de judíos, cuyos descendientes verían sus nombres expuestos (1610) en la «Manta» o lienzo colgado en la catedral. En cambio, con la expulsión de los mudéjares (1516) quedaron vacías 200 casas de la Morería, cuya mezquita mayor sirvió para erigir la parroquia de San Juan Bautista. Allí se edificó el convento de Dominicos (1517). Había ya signos claros de renovación y crecimiento urbano cuando la población capituló Historia 4(9.9.1512) ante el ejército de Fernando el Católico que juró al mes siguiente (4 octubre) «los fueros y privilegios usados y por usar, exenciones, gracias y mercedes»

Durante esta guerra de Navarra de 1512, Tudela dio buenas muestras de lealtad a la casa de Labrit, reinante hasta entonces. De su rendición se encargó Alonso de Aragón, hijo natural de Fernando y arzobispo de Zaragoza. Tudela permanecería proclive a la casa de Albret y, así, hubo de ver destruidas sus fortalezas y murallas por orden de Cisneros (1516), que pretendía de este modo evitar una nueva sublevación, y no dudó la ciudad en acatar a Enrique de Labrit cuando invadió efímeramente Navarra en 1521.

Durante el siglo XVI, la ciudad siguió siendo importante centro cultural; en ella trabajan los impresores Porralis de Saboya; los nobles Miguel de Eza y Veraiz y Pedro Ortiz fundan respectivamente el hospital de Nuestra Señora de Gracia (1549) y el de los niños huérfanos Servet, los términos de cuya vinculación a Tudela tanto se han debatido. En 1630 compró al rey los oficios municipales y el peso público.

Durante aquellos trescientos años de pertenencia a la corona de Castilla dentro del reino de Navarra (1518-1837), Tudela había ido acumulando además las instituciones propias de una ciudad compleja; en el mismo s. XVIII se había establecido la Sociedad Económica de los Deseosos del Bien Público; subsistía la antigua Escuela de Gramática; había en 1802 tres de primeras letras; se mantenían asimismo el Colegio de San Cosme y San Damián de médicos fundado en 1537, cirujanos y boticarios que se fundó en 1537, aquellos dos hospitales del mismo siglo XVI y el anterior de Santiago (1355); los esposos Ignacio de Mur y Andión y María Hugarte y Francia fundaron en 1790 la Casa de Misericordia.

La ciudad era gobernada por un merino, un alcalde, un justicia y varios jurados o regidores (diez hasta 1545, en que pasaron a ser elegidos por insaculación y se redujeron a siete). Tudela fue además cabeza de Diócesis desde 1783 hasta 1851.

Alejada de la frontera francesa, Tudela no sufrió como las poblaciones septentrionales de Navarra las guerras con la nación vecina, salvo la de la Independencia (1808-1813), en la que desempeñó un papel importante por su propia envergadura como ciudad y por su papel de antesala de la plaza de Zaragoza.

En las Guerras carlistas también sus padecimientos fueron menores. Situada muy al sur y en tierra llana, fue casi siempre dominada por los ejércitos liberales, auxiliados desde la primera guerra civil (1833-1839) por la propia milicia local.

La fisonomía de la ciudad comenzó a cambiar como consecuencia de la exclaustración y desamortización eclesiástica de los años treinta del XIX. Algunos de los conventos así suprimidos habían pasado a desempeñar funciones sociales de tipo benéfico o estaban convertidos en edificios privados. Se había construido con todo un teatro (1833) y una plaza de toros (1841-1842).

Las cosas cambiarían de forma drástica durante la segunda mitad de la centuria, especialmente el último tercio, y también en el siglo XX. Y ello, principalmente, porque el crecimiento de la población -que buscaba tierras- y la coyuntura agrícola -favorable alternativamente al desarrollo de la viticultura y de los cereales- hicieron de la Ribera la comarca más rica de Navarra. Hacia 1920 la economía de Tudela, manteniéndose agrícola sobre todo, daba muestras de una evolución y especialización muy notables.
A la enseñanza primaria y secundaria pública se habían sumado siete colegios privados. Se publicaban tres periódicos, existían sucursales bancarias del Crédito Navarro y de la Agrícola, una Caja Rural, seis casinos.

La sociedad se había ido articulando con la floración de asociaciones característica de las comunidades urbanas europeas de finales del siglo XIX: funcionaban el Círculo Mercantil (1878) y el Centro de Agricultores (1886), con carácter más bien profesional; la Nueva Peña (1903), el Nuevo Casino Tudelano (1903) y el Casino de Tudela (1904) con carácter recreativo; que en la Juventud Carlista (1904) se sumaba al político; se revitalizó la Casa de Misericordia (1861) y se constituyeron las típicas sociedades de socorros mutuos y similares, como la Sociedad Humanitaria (1886) y la Sociedad de Socorros de Santa Ana (1888); finalidad que en parte compaginaban las propiamente religiosas: las nuevas hermandades del Santo Sepulcro (1845) y de Santa Ana (1879), el Apostolado de la Oración (1879), la Adoración Nocturna (1905), la Asociación de San Luis Gonzaga (1906), etc., exponentes de una especialización gradualmente desvinculada de las necesidades económicas.

Hacia 1932 había funcionando en Tudela dos conserveras vegetales, dos fábricas harineras, trujales de aceite, y otras pequeñas empresas diseminadas por la merindad, dedicadas a la fabricación de galletas, alpargatas, gaseosas, lejía, hielo, u otros como panaderos, toneleros o cesteros; pequeñas producciones a las que añadir en la propia ciudad, dos fábricas de electricidad, tres de fabricación de yeso, y cuatro de tejas y ladrillos. Hasta la llegada del régimen democrático republicano la propiedad estaba muy desigualmente repartida, concentrándose entre trece grandes propietarios más de 1/5 parte de la superficie catastrada del municipio en 1930, mientras que pequeños y medianos propietarios suponían el 26% aproximadamente de la población activa agraria, y más del 70% eran jornaleros sin tierra.

Con muy diversos matices respecto a otras zonas, se dieron en Tudela algunas de las peculiaridades políticas del período: persistencia del carlismo, la discusión y defensa del Estatuto Vasco desde un punto de vista democrático hasta 1932. Los republicanos en el distrito, existieron organizadamente desde la caída de Isabel II y la proclamación de la I República.

Confrontaciones sociales se habían producido al calor de la concentración obrera que supuso el establecimiento de la azucarera. De esas fechas data la primera organización sindicalista en la ciudad, vinculada a la CNT sindicato que en 1920 impulsó una importante huelga que paralizó la fábrica durante semanas. Por su parte, la UGT no se organizó seguramente en Tudela hasta 1926.

Tudela contaba con gran riqueza de medios de prensa, para una ciudad que no llegaba a los 12.000 habitantes: «Hoy», «El Eco del Distrito», «El Ribereño Navarro», «JOS», «Navarra», son los títulos de los medios de prensa que se publicaron en el ámbito local.

Personajes singulares

  • Alberto Pelairea Garbayo
    (1878-1939)
  • Angel Frauca e Ibarra
    (1846-1914)
  • Antonia Caparroso
    (1747-1815)
  • Cesar Muñoz Sola
    (1921-2000)
  • Elvira España
    (S. XX)
  • Ezequiel Endériz Olaverri
    (1889-1951)
  • Fernando Remacha Villar
    (1898-1984)
  • Francisco Carrascón Aguado
    (1876-1936)
  • Francisco Fuentes Pascual
    (1893-1959)
  • Francisco Salinas Quijada
    (1915-2006)
  • Francisco Subirán Moneo
    (1899-1971)
  • Guillermo Ubillos Irigoyen
    (1876-1953)
  • Joaquín Ezquerra Del Bayo
    (1793-1859)
  • Joaquín Gaztambide y Garbayo (1822-1870)
  • José Joaquín Montoro Sagasti
    (1898-1976)

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